Junio 2007

Haikus destacados por los participantes del foro
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Mavi
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Junio 2007

Mensaje por Mavi »

Selección de junio de 2007







día de bochorno
brillan los rieles
hacia el mar




Este haiku de Konstantin Dimitrov es el que más nos ha impresionado de todos los publicados este mes en el Foro. Con su elegancia, a la que no queremos añadir ni una palabra, abrimos nuestra selección.





Un fuerte viento,
aletea en el agua
la mariposa.



(Orzas)


La delicadeza de las alas, la resistencia del agua al aleteo, la inutilidad de todo esfuerzo... De pronto, entre el aire y el agua, se vislumbra el punto donde se originan las tormentas: Y es un lugar áspero, inhóspito, donde no hay sitio para la fragilidad.






amanecer-
en otro asiento viaja
un niño dormido



(Israel López Balan)



qué cerca
la florecilla silvestre
entre sus labios



(Konstantin Dimitrov)



Una florecilla (colocada en el borde de la boca con mucha o con ninguna intención) nos hace sentir súbitamente que unos labios son el lugar del encuentro. En el primer haiku, ese "en otro asiento" nos ha puesto a viajar en el mismo vagón, muy cerca de un niño dormido. Tanto en un haiku como en el otro, estamos de repente a un palmo de la felicidad. Nos sobrecoge nuestro deseo de estar ahí, donde nos ha puesto el haijin: Tan cerca.






entre las ruinas
grises del terremoto,
trinos de pájaros.



(Rodolfo Langer)




cementerio gris
perdido en las calas
un pajarito



(Vagabunda del Dharma)




tras el pésame
una mantis prendida
en la cancela



(José Luis Vicent)



Después del seísmo (o sismo), como único signo de vida, los trinos. Escondiéndose entre las calas de un cementerio, como jamás se escondería de la compañía de los muertos, un pájaro. Algunas palabras (terremoto, cementerio, pésame...) proyectan dentro del haiku una sombra tan larga que alcanza y subordina el sentido de lo que se dice. Pero no siempre: Una mantis en el lugar donde íbamos a poner nuestra mano, produce una aprensión que compite con cualquier cosa.





lluvia de julio
lavando la terraza,
olor a gato.



(Rodolfo Langer)



tierra húmeda.
Después de la tormenta
huele a estiércol



(Arthus)



Con el agua han revivido los matices ácidos de los orines de gato y ha venido a primer término ese olor de fondo que tiene la tierra preparada para cultivar. El haiku surge muchas veces de este tipo de procesos, en los que algunas impresiones permanecen “agazapadas” hasta que algo las hace “saltar” sobre la acentuada sensibilidad del haijin.





olor a churros
por los andenes
llovizna de junio



(Konstantin Dimitrov)


En ese escenario ruidoso de llegadas y partidas que es una estación, se está dando -sin más noticia que el olor a aceite de fritura en la llovizna- un encuentro de opuestos, la unión de dos elementos que se repelen: Leves y volátiles partículas de agua y aceite se unen al aire. En el aire. Entre sí.





sol de junio
las frambuesas robadas
¡qué dulces eran!



(Konstantin Dimitrov)



Frambuesas calientes, edulcoradas por el sabor de lo prohibido. Nunca sabremos si -de no haber sido saboreadas en la clandestinidad- su sola sazón habría sido capaz de convocar un haiku. Nunca sabremos cuánto dulzor añadió el robo a las frutillas.





el vaivén de las hojas-
risas de abuelos



(Israel López Balan)




silencio
el golpeteo de barcas
bajo la luna...



(Konstantin Dimitrov)




Huerto sin nadie-
la sombra de la tarde
en los ciruelos.



(María)




en la penumbra,
del jarrón de las flores
sólo su olor



(Santiago Larreta Irisarri)




noche cerrada-
y un crujir de hojas
del que vuelve a partir.



(Miralsur)



Partir de noche es ruido y olor frío de hojas pisadas en lo invisible. La sombra en los frutales se huele, se siente en la piel. Un olor en lo oscuro se llena de matices que llegan a definir la forma y el color de lo fragante. Las risas y las hojas en el viento se relacionan tan secretamente entre sí como las barcas y la luna en la noche... Si no tenemos posibilidad de ver, aparecen otras sensaciones, otras conexiones, que vienen a ocupar ese vacío de imágenes. Porque la sensibilidad crece hacia el lado de la pérdida. Porque la realidad y el haijin se niegan a perder ni un ápice el uno del otro.





sopa caliente-
meciendo con la mano
el cuenco lleno



(Santiago Larreta Irisarri)




al darme el cambio,
el calor de sus manos:
la castañera



(José Luis Vicent)



En el primer caso, una comida es agitada suavemente para hacerla aceptable, para que pueda entrar en nuestro cuerpo sin dañarlo. Buscamos con el gesto esa temperatura justa que nos sirva para “entrar en calor”. En el segundo haiku, el calor de un ser vivo se conserva en un objeto y llega de ese modo hasta la mano de otro. En un mundo donde el dinero transmite únicamente toda clase de microbios y enfermedades, este haiku se convierte en un auténtico canto a lo humano.





fondo del lago
las carpas fugazmente
invisibles...



(Arthus)



Pudiendo describir el tiempo en que algo estuvo presente, este haijin ha descrito una duración en que dejó de ser visible. El asombro (o el temor) primigenio del ser humano no pudo ser el de la creación sino el de la extinción (del día en la oscuridad de la noche, de lo vivo en la quietud de la muerte...). Para la mirada primordial, a lo que existe sólo le cabe desaparecer.





atardecer
la flor de la calabaza
cierra sus pétalos



(Santiago Larreta Irisarri)




instante después
de inclinar mis ojos
salió la luna



(Gustavo Scarone)



Tantas veces, cuando cejamos en la persecución de algo, aquello se entrega. Exactamente como cuando se intenta atrapar el haiku: Si lo persigues, no puedes alcanzarlo. Si forcejeas con él, no puedes vencerlo. Si no eres capaz de dejarlo estar, no vendrá al papel con naturalidad.





lluvia -
los grillos
callan



(Jorge Moreno Bulbarela)




De madrugada
la lluvia en la persiana
el sueño ausente



(María Asunción)




día de gracia
antes del amanecer
cantan los mirlos



(Arthus)



Estar despiertos nos ha permitido oír el silencio de los grillos y la lluvia en la persiana. Al escuchar a los mirlos cantar antes del amanecer, nos embarga un sentimiento de gratitud y una impresión de provisionalidad de la existencia: Para quien comprende el regalo de estar vivo, comienza un “día de gracia”.




sombras de pájaros;
el césped tiene zonas
sin cubrir



ellas arriba
y en el fondo las sombras
arañas de agua



(José Luis Vicent)




un ladrillo
sobresale del muro-
atardecer



(Israel López Balan)




noche de luna
la sombra de la cala
en el mantel



(Konstantin Dimitrov)



Sombras de pájaros en un césped descuidado, sombras hondas y exentas de las arañas de agua... No todos los colores y los materiales tienen la misma capacidad de absorción de la sombra. Un mantel blanco a la luz de la luna devuelve una luminosidad y una sombra “blandas”, mediadas ambas por el grosor de los nudos del tejido. Un ladrillo que sobresale a la luz de poniente proyecta una sombra densa y puntiaguda sobre un muro que apenas absorbe nada de su negror.
Olvidémonos ya de la reducción de la sombra a su “posibilidad de ser penetrada” y abramos los ojos a su “capacidad para penetrar”. El estudio de las sombras no ha hecho más que empezar.



Gracias a todos por vuestras aportaciones en este mes de junio tan extraordinariamente prolífico.
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