Agosto 2007

Haikus destacados por los participantes del foro
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Mavi
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Agosto 2007

Mensaje por Mavi »

Selección de agosto de 2007






al pie de la tablilla funeraria,
los restos de un caracol


(José Luis Vicent)


Con este haiku, que merece el más respetuoso de nuestros silencios, abrimos una nueva selección. Lectura tras lectura su precisión y su naturalidad han sido capaces de mantener su misterio como algo inabordable.






Arranca el tren.
En la estación florecen
las buganvillas.


(Palmira)


Durante cuánto tiempo habremos esperado en esa estación, sumidos en nosotros mismos; y sólo ahora, justo cuando comenzamos a separarnos del lugar que deseábamos abandonar, las vemos: su intenso color, su balanceo, su existencia tan rotunda... exigiéndonos un reconocimiento en medio de la despedida.






En la otra orilla
posada en una mano
la mariposa.


(Pintura)



sin corriente eléctrica -
el reflejo de la calle
en el monitor


(Jorge Moreno Bulbarela)



La mariposa en una mano a la orilla de un río que nos refleja. La calle en la pantalla apagada. La duplicidad, la simetría, la repetición... Como si la realidad fuese ampliable y el paisaje que nos circunda se plegase y desplegase para ofrecerse una y otra vez como un calco de sí mismo, como copia de una sola –y cada vez más difícil de distinguir del resto- identidad.






Los moscardones
sobre la fetidez
del perro muerto.


(Costa)


Un cuerpo en descomposición –cuerpo aún, en su envoltura de pelaje y piel- rodeado por un signo nuevo en él: ese hedor que desde lo más profundo de la materia putrefacta lanza sus tentáculos hacia nuestra memoria primitiva. A la ausencia de ánima (de animación, de movimiento) responde de forma gemela esa presencia. Un ser que defendió con su vitalidad su momento en el mundo atrae ahora a los insectos al festín de su propia extinción. Hasta después de muertos somos lugar para el encuentro.







tardes tibias
tiempo de ciruelas
otra vez


(Santiago Larreta Irisarri)




en el porche
cruje la mecedora-
chicharras


(Sergio Abadía)




Pescadores con caña
siluetas en el crepúsculo


(María Asunción)




el pescador
en silencio en la orilla-
silencio


(Sergio Abadía)




Cielo estrellado:
la tos y los ronquidos
casi al unísono.


(Pintura)


A pesar de todos nuestros deseos de (com)unión, hasta callando permanecemos separados de las cosas. Nuestra respiración y nuestra soledad se acompasan a un gran silencio; nuestra silueta se recorta sobre el fondo de una gran presencia. Permanecemos como “envueltos”; aunque es tan delgado el velo, que nos permite percibir la más leve vibración en los hilos de las sensaciones, su sincronía, su paralelismo o su reiteración... Y tenemos, sí, algún momento de plenitud. Pero no se abre la boca para contarlo sin regresar abruptamente a la conciencia de la separación.





Rumor de agua-
se apresura el rebaño
hacia el arroyo.


(María)


Precipitarse hacia el agua, apresurarse al encuentro, moverse hacia el lugar de la llamada. Qué fuerza tan extraña -que nos remite directamente a lo místico- tiene este haiku.






Olor a espliego-
la vieja bicicleta
en el desván.


(María)



manzano en flor,
y un viejo zapato
en el armario.


(Luis Emilio)


Una bicicleta entre los trastos y el aroma de un antipolillas natural. Un zapato deshauciado, con su olor a armario cerrado, a humedad, a olvido... Hay tanta verdad en estos objetos que su existencia sin utilidad nos conmueve en lo más hondo; porque la soledad de aquello que ha sido concebido para existir con otro, aquello que tiene en otro su razón de ser, no puede compararse con la sencilla soledad de las cosas "solas". Cuando nos asaltó un olor a espliego ante la vieja bici, cuando en la ventana vimos la floración del manzano y en el armario un zapato viejo, quizá fue nuestra compasión quien los trajo involuntariamente al vínculo. Pero es que así es el haiku en su autenticidad: Se complace en las uniones desiguales.






entre la luna
y la copa del olmo,
raudos murciélagos.


(Rodolfo Langer)


Las figuras que trazan una y otra vez los murciélagos entre la copa del olmo y la luna se repiten como un código antiguo y necesario de cuyo sentido permanecemos excluidos. El haiku es eso: algo que está misteriosamente entre las cosas. Y ésa es la razón por la que generalmente no se nos invita a aparecer en él: Porque nosotros aún no sabemos estar entre las cosas con humildad, sin ponerlo todo a girar alrededor nuestro. Sólo cuando el haijin es lo bastante fuerte, no permite que el “yo” venga a estropearle el haiku con sus egocéntricas y ambiciosas interpretaciones de los hechos.






desde las lluvias
el aroma de naranjos
florecientes


(Arthus)



Brisa estival,
el olor de rastrojos
recién quemados.


(Palmira)


Desde lo que ya no existe, o desde otro tiempo, un aroma que parece no querer acabar: Una persistencia que -sobre todo cuando está asociada a la memoria lejana- nos hace llegar a sentir a través del olfato la consistencia de las cosas.





Crías de araña
Las hojas arrastradas
por el río


(José Luis Vicent)



Patio con luz-
mientras cuece el arroz
el canto del jilguero.


(María)



lejano huracán -
bajo un paraguas
cruza la anciana


(I.L. Balan)


Arañas que difícilmente prosperarán. El canto de un pájaro mientras cocinamos. Paraguas y anciana con un huracán al fondo. Nuestro tiempo, nuestras fuerzas, se dan bajo el signo de lo efímero. Tendremos pocas posibilidades de sobrevivir y, de conseguirlo, nos iremos volviendo más y más proclives a la desaparición. Pero mientras cuece el arroz, canta un jilguero. Y el patio está lleno de luz. Y estamos vivos.


Gracias a todos por vuestras valiosas aportaciones mensuales y por el esfuerzo -que aprecio muchísimo- de la autoselección.


Mavi
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