Noviembre 2007

Haikus destacados por los participantes del foro
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Mavi
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Noviembre 2007

Mensaje por Mavi »

Selección de noviembre de 2007



barco de pesca-
aún en el cielo
la última estrella



viento de cierzo -
chisporrotea el leño
en el hogar



de una en una
van entrando las vacas:
predio otoñal



tintinean los mástiles
en el puerto de mar -
la tramontana



ya no es el mismo cielo
de hace un instante …
nubes de otoño


(María)


El lucero del alba, un chisporroteo, vacas que pasan de una en una (qué maravilla de haiku), mástiles entrechocándose y finalmente un cielo que -como un desafío permanente a nuestra atención- de nuevo ya no es el mismo. Con el quinteto de María estrenamos una nueva selección.





fuente de piedra -
el sonido del agua
contra el agua


(I. L. Balan)


No vamos a descubrir nada. El haiku -como el mundo, ya se sabe- siempre estuvo ahí. Somos nosotros lo que puede ser descubierto. Somos nosotros, que podemos abrirnos a la experiencia o, por el contrario, convertirlo todo en datos para nuestra memoria fósil, ésa que cree saberlo todo sobre el sonido del agua, tantas veces lo ha escuchado. El mundo, el haiku, no nos necesitan. Cuando nuestro tiempo, nuestra oportunidad, acabe de pasar, seguirá sonando -siempre por primera vez- el agua contra el agua.






Descolorido
también en primavera
El espantapájaros


(José Luis Vicent)



En el viñedo,
donde las cepas viejas
lleno de cardos.


(Orzas)



entre las ruinas
de la casa señorial,
un balde rojo.


(Rodolfo Langer)



Es que parece que no se entera de que es primavera este espantapájaros. Como tampoco se enteran el rojo del balde y el violeta de los cardos de que todo a su alrededor es decrepitud y decadencia. Las cosas están en perfecta relación aunque no encajen la mayoría de las veces en esa armonía prefabricada que traemos nosotros. Y si insistimos en imponerla, si no abandonamos la seguridad de las convicciones, el haiku se mantiene invisible a nuestros ojos.






Rumor del agua
Posada en un zapato
la mariposa


(José Luis Vicent)



una gran nube
con forma de pájaro
pasó de largo


(Gustavo Scarone)



Cuelga la hoja
girando entre los hilos
de telaraña.


(Rafael Costa)



Sentado el viejo-
su silla va siguiendo
al sol otoñal.


(Radoslav Ivelic)



Zumban abejas
en la llanura malva.
Brezos en flor.


(Palmira)



Primeras flores,
verdea la tierra húmeda
de los trigales.


(Orzas)



Un instante más, sólo un instante más... Nos estaríamos toda la vida dentro de cualquiera de estos haikus, contemplando su perfecta e hipnótica serenidad. Cualquiera de ellos contiene todos los ingredientes para hacernos desear que el mundo que sostienen no acabe nunca.






semáforo verde
y nadie cruza la calle
con este aguacero


(Santiago Larreta)



cuarto menguante
sobre el diente de león
ya sopla el viento


(Jorge Moreno Bulbarela)



No quise entrar-
en las sendas del bosque
hojas de otoño.


(Radoslav Ivelic)


Nadie cruza aunque el semáforo permite el paso. Sopla el viento pero aún no ocurre nada. Pudimos haber entrado en el bosque y no lo hicimos. El niponólogo y escritor Vicente Haya ha dedicado parte de su trabajo al estudio de estos haikus, tan particulares, en los que el suceso es el no-suceso; haikus del tipo “se dan las condiciones para que algo pase” pero cuyo asunto es justamente que, por un motivo u otro, lo esperado, lo previsible, no llega -o no todavía- a ocurrir.





Todos los Santos.
Frente a los naranjos,
el cementerio.


(Carlos)



Viento de otoño
Contemplando la tumba
cruje el ciprés


(José Luis Vicent)



muerto el gorrión,
con gran sorpresa el niño
mira sus manos


(Rafael Costa)



Ante la muerte, el estupor de un niño, el crujido de un árbol. Ante la muerte, en última instancia, una frase que el haijin dice sabiendo que ninguna palabra es inocente; que todas están sosteniendo algo, defendiendo algo. Escribir un haiku sobre la muerte es también una toma de partido; una toma de partido honesta, más allá de nosotros mismos, por lo que experimentamos con más intensidad: Frente a los naranjos, el cementerio. Y no al revés. No por esta vez al menos.






Desgranando
con el sol en la cara
una granada.


(Carlos)


La concentración en la acción cotidiana es una herramienta eficaz para la exploración de nuestra capacidad de estar y de sentir. Para que el haiku nos acepte, debemos aprender a situarnos en el presente. Desgranar cuidadosamente una granada cegados por el sol, nos ha permitido notar cómo nuestra sensibilidad -a la que se le está negando la imagen- se vuelca en la piel. Y es que también se ve con claridad a través del tacto. Lo saben los ciegos. Lo saben los místicos. Lo saben los amantes.






Oscuro estanque,
el destello fugaz
de peces rojos.


(Palmira)



el viento agita
un postigo vencido,
ladran los perros.


(Rodolfo Langer)



tras el chaparrón
el bosque recupera
sus sonidos


(Sergio Abadía)



el murmullo
de los grillos que saltan
en la hierba seca


(Jorge Moreno Bulbarela)



chubasco otoñal -
se estremecen los cristales
tras el relámpago


(Jordi Climent)



Hay un hervidero de pequeños movimientos y sonidos en estos haikus. Temblores, destellos, golpeteos, estremecimientos, murmullos... todo más o menos aquietado, más o menos frenético. Es en la frecuencia discontinua, en el latido, en la intermitencia, donde aparecen las cosas: No podemos percibirlas sin percibir también su impermanencia. Experimentar la separación es la madre de todo conocimiento, la entrada del haiku, la única puerta posible hacia la experiencia de la unicidad.






La bisabuela
mientras pela patatas
refunfuñando


(María Asunción)


Acabamos con esta mirada amable a los asuntos humanos. Un beso a esa bisabuela gruñona y un saludo a todos los que dejaron sus haikus este mes en el buzón. Gracias de nuevo.

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