Abril 2008

Haikus destacados por los participantes del foro
Responder
Avatar de Usuario
JL.Vicent
--------------------
Mensajes: 18634
Registrado: 21/Nov/2006 01:07
Ubicación: La Tierra

Abril 2008

Mensaje por JL.Vicent »

Selección de abril 2008



una hoja al viento
y volando en ella
la mantalgorri


Santiago Larreta Irisarri

¿Cómo expresar la sensación que nos produce la lectura de este haiku? (de “vuelo mágico” como reza aquél título de una de las obras del Prof. Haya en colaboración con J.M. Martín Portales y Abdenur Prado) ¿Qué más puede haber aún de mágico que ver a la suma levedad que es la mariquita (la “mantalgorri” en euskera) montada en una hoja y remontando el aire sin hacer uso de su propia capacidad de vuelo? Por unos breves instantes hemos sentido la necesidad de leer “viajando” y no este otro gerundio, “volando”, pues a decir verdad la mariquita no vuela en este haiku, ni siquiera hace el amago de abrir sus élitros, no: la mantalgorri, el viento y la hoja, son aquí y ahora una y la misma cosa: el sumo equilibrio de esta maravilla de haiku. Nosotros sí, somos ahora la mantalgorri y también con ella alzamos el vuelo en esa hojita a modo de alfombra de vuelo mágico para perdernos en las mil y una sensaciones que nos promete ese viaje a través del éter.



Atardecer:
una casa en ruinas
entre los montes


Pintura

El mundo, muchísimo antes de que el hombre levantase la primera piedra significativamente, no ha cejado en su cíclico renacer y desaparecer. Cuantos mitos nos informan de tan profundo misterio, cuantos relatos, desde el corazón más recóndito del ser humano, nos dan cuenta de lo inconmensurable que es la vida. Y sin embargo…, el hombre, qué insistencia en dejar su huella y qué tenacidad al ser continuamente derribado… Persistiendo, todo aquel abandono no enmudece tras el paso del tiempo. Su desmoronamiento, la permanencia de las cosas muertas y la memoria de las vigas y cimientos, nos cuentan esa historia del tiempo.





Anochece
En el hostal sin huéspedes
Arde la leña


Carlos


Un único testigo nos da cuenta de ese momento de soledad que trae la noche después de un día de caminar por senderos y pueblos. Y cuando llega la hora del reposo, somos conscientes de una soledad agotadora. Allí entre la leña se han ido consumando los momentos vividos durante el día, sólo el haijin es consciente de ese estado; de que la vida también arde en nosotros y se consume deprisa. Entonces, desde esas minúsculas brasas que resplandecen al anochecer en una chimenea y en la intimidad de un sencillo albergue, descubrimos el significado total del wabi-sabi. La simplicidad, la humildad, la moderación, la naturalidad, la melancolía e impermanencia de todas las cosas: ese surgir de la nada y regresar a ella tan característicamente zen.



Noche invernal,
ese bar de la esquina
siempre con luz.


Maramín

Este haiku, de resonancia busoniana, es un perfecto ejemplo de cómo se escribe un verdadero haiku neoclásico en un ámbito distante de la naturaleza e inmerso en la cotidianidad más urbana y humana que quepa reconocer. Para los que recién se inician en este difícil pero alentador ejercicio del haiku bien entendido, este de Maramín es todo un modelo de pulcritud. Tenemos ahí el kigo claramente señalado así como el corte brusco o kire entre dos polos o imágenes contrastadas, pero sin olvidar su complementariedad (detalle que muchas veces se olvida, sobre todo en los comienzos del arte del haiku); oscuridad cósmica e iluminación artificial son opuestos pero al mismo tiempo se complementan internamente en el todo que es la obra -sólo tres versitos-, en sus propiedades. Y finalmente, la apertura, la insinuante sugestión que ofrece al lector para completar la labor y el fin de un haiku: la confraternidad con el lector, el silencio necesario y nada gratuito (como sucede con el jazz) que se requiere para escuchar el eco en nuestra conciencia.




cortarse una uña
por segunda vez -
día de lluvia


Viento


El camino siempre está ahí. Uno, sólo tiene que aguardar el instante propicio para partir o para componer el poema. Pero a veces, la libertad también convive con la excusa de la lluvia y sabe permanecer en casa o detenerse a cubierto, haciendo o deshaciendo alguna cosa como pueda ser el cortarse las uñas o escribir un haiku completo, con todo lo que eso envuelve. ¿Será eso? Pero también, y sabiendo de un haijin que siempre anda preferentemente por caminos y sendas que distan de la ciudad, este haiku es una magnífica lección y por ello mismo una buenísima ocasión de reflexión para los recién iniciados de cómo se expresa un sentimiento sin describirlo: de cómo se escribe un haiku con dos pinceladas. Ahí queda eso para conocimiento y disfrute de tod@s.



Primeras rosas,
de nuevo en el tendal
la golondrina.



Orzas


Qué maravilla de poema-haiku, y lo digo así, como redoblándolo, por cuanto que, si bien el haiku no es una poesía eminentemente metafórica, sí lo es y en un sentido muy especial, simbólica (sé lo que diría Vicente Haya al respecto) -tal y como Rodríguez-Izquierdo escribe en su magnífica obra El haiku japonés- cuando nos cuenta que el profesor Kazuya Sakai, refiriéndose al lenguaje del teatro Noh, “tiende más al símbolo que a la metáfora, a la imagen estructural antes que al embellecimiento decorativo, y lo compara así con la poesía moderna”. Y justo a continuación retoma la palabra para declarar que “se observan aquí afinidades con el haiku. El haiku se vale de palabras cargadas de connotaciones (…) que son a veces símbolos de estaciones o de otras realidades; insinúa comparaciones, aunque no las consuma, pues más bien las deja a la capacidad interpretativa del lector”. Pero eso sí, y lo recalca finalmente, “el haiku rehúye la metáfora, porque supone para el poeta (y para nosotros los lectores) una interferencia de tipo intelectual que lo desviaría de la inmediatez de la intuición”. Porque “el haiku no debe depender de una imaginación extraña al poema”. Visto lo cual, me permito añadir que en este haiku, no hay embellecimiento intencional alguno; que la fuerza y el eje del mismo reside en ese “de nuevo” que hace como de puente entre dos eventos, ámbos cíclicos, como son las rosas y las golondrinas; pero que complementándose, contrastan a su vez en la unidad que forma el haiku; donde también, la confrontación de los colores, hace saltar la chispa. Un haiku precioso y no sólo por aquello que también connota o simboliza; sino porque “eso” ha estado ahí, a la vista, sin salir apenas de casa como quien dice; el haijin sólo ha hecho que rescatarlo para nosotros, cristalizarlo en un molde de diecisiete sílabas en castellano, y hacer un poema de verdad, de gran belleza, tal y como se recoge en el dictum de Keats.





mañana tibia -
una yegua y su sombra
en la planicie


María


Cuando se acerca el mediodía, las sombras son todavía bordes negros, marcados, en el flujo de las cosas, y están dispuestas a retirarse quedas, de improviso, a su armazón, a su misterio. Entonces es que ha llegado en su plenitud concentrada, acurrucada, la hora de Zaratrusta, del pensador en el “mediodía de la vida”, en el “jardín estival”. Ya que, como el sol en lo más alto de su curso, el conocimiento da de las cosas el más riguroso contorno.” (Walter Benjamin. “Sombras breves”. En Discursos interrumpidos, I; Taurus 1973; traducción de Jesús Aguirre)

Yo no puedo renunciar al sake”, decía en uno de sus haiku el monje Santôka; pues bien, uno mismo (sin ser no ya ni la sombra de semejante haijin pero tampoco y afortunadamente sin llegar tan lejos como él en cuanto a su dependencia con el alcohol) no puede evitar tampoco el expresar lo que siente con la ayuda o mejor con la voz de los que no son él mismo, pero que le vale igualmente como oportuno; y en este sentido, el citar, debe entenderse -como ya dijera Emiliano M. Aguilera, en su prólogo a la edición de los Ensayos de Montaigne- un “insoslayable deber y honradez y casi nunca como por lucimiento vano y pedantesco” para “reconocer lo que uno les debe a los demás, dando obligada fe de unas deudas y no por hacer gala de unos conocimientos y otros valores, agradecido a las sugerencias de aquellos hombres…
A mí, después de lo que ya se ha expuesto aquí, no me cabe añadir ni se me ocurriría otra cosa que repetir: qué claro y cuánta es la belleza de este haiku y su contorno.



la sombra del haya
empieza a moverse:
fresco murmullo


Jorge Moreno Bulbarela


Otro magnífico ejemplo de haiku bien complementado y elegantemente construido. Un haiku en donde la maestría del haijin ha sabido expresar una sutil metáfora sin que por ello se resienta el conjunto ni un ápice; está tan sumamente entrelazado, cohesionado, entroncado con el sustantivo “haya”, que todo el conjunto no parece sino un etérea figura compuesta de apariencias, donde el “haya” más que un haya es una sombra de, que además se mueve; y para rematar la escena, para descargar la chispa y su correspondiente trueno, un kire conteniendo a su vez una sinestésica vivencia íntima y no como mera expresión poética que busque prevalecer sobre sus lectores, sino como implicación o fusión del haijin con el objeto de su experiencia. Porque qué otra cosa puede experimentarse como resultado del movimiento de la sombra de un árbol concreto, que el murmullo de sus hojas movidas por esa fuerza invisible que es la brisa, inmerso el poeta en la abundancia de esa sombra. Pues el haiku muestra lo que no dice, y lo que no se dice sabemos ya que es tan importante o más, incluso, que lo que se deja escrito en esos tres versos a modo de pretexto.



Sembradoras de patatas
El viento se traba en sus ropas


Mavi


Pero en ocasiones, otras veces, el viento se hace visible de otros modos, y se diría que acaso quiera intimar con otros entes, quiera tocarlos con suavidad o con brusquedad, no importa: el contacto es ahí, ahora, y no importa lo que sea ni con quién sea; el viento no conoce modales de urbanidad, es totalmente inocente, descuidado, en ocasiones enredador y hasta ladino…, pues se trisca, encrespa, enmaraña, levanta o ahueca las ropas de unas sembradoras encorvadas en su laborar.
El viento es él mismo, sólo nosotros le percibimos de diferentes modos según la intensidad y según y cómo nos afecte. En general se alía con nosotros los humanos y producimos energía, nos hincha una vela o mueve las aspas de un molino; pero otras tantas nos zarandea, sacude, arrastra, impele, devasta y asola llevándose por delante a nuestros seres queridos y todas nuestras pertenencias, víveres y cosechas… ¡El viento! ¿No sería a él, en realidad, a quién quiso atravesar con su lanza nuestro hidalgo caballero D. Quijote…?




Nube de moscas
esquivando abanicos
de un corro de gente


Raijo


Así somos… Construimos abanicos y nos deleitamos con el agradable frescorcillo de la brisa, porque, ya no el viento, sino el aire que respiramos, a veces parece no moverse en absoluto, como si este se hubiese retirado hasta su escondrijo, allí donde moraba el dios Eolo, enrojecido quizá de tanto y tanto soplar; acaso avergonzado de sus últimas y huracanadas bellaquerías. Qué mundo el nuestro; unas veces somos quijotes otras sanchopanzas y otras, –indistintamente- las que más, bregamos contra gigantes y malandrines de todo corte y género.
Cómo me ha recordado a este otro haiku de Viento que también fue seleccionado en su día: patio andaluz / una mosca sacándole / esquinas al aire y por ello mismo el comentario de Luis al respecto; recordémoslo: “Además de la riqueza sensorial que nos aporta el primer verso (luz, frescor y olores), comprendemos de repente que no tenemos ni la más remota idea de lo que es el aire para una mosca, ni de cuáles son sus "esquinas" ni sus recovecos. Qué estampa: El poeta al frescor del patio andaluz admirando el vuelo incomprensible de una simple mosca.
El momento colmado de verdad y autenticidad, que el amigo Raijo nos entrega una vez más, contiene también un doble signo, como dos gestos; una contraposición de dos reacciones diferentes, instintiva la una, la de la mosca esquivando el abanico malandrín y la muy humana de pretender esquivar o remediar el calor sofocante con ese utensilio amenazante para las moscas. Qué bien complementadas ambas imágenes, y ello, sin artificio alguno. De nuevo, la presencia de estos insectos más bien feraces que no feroces, son protagonistas de la atención del haijin. Ahora, apoyándonos en el comentario de Luis tenemos la certeza de que las moscas no sólo construyen esquinas imaginarias o invisibles para nosotros, si no que además son sumamente inteligentes y audaces.






No quisiera terminar mi selección de este mes sin antes agradeceros a todas y a todos, no sólo vuestras alentadoras palabras en público y en privado (y tranquilos porque no sucede nada que lamentar), si no también por vuestra creciente participación en este querido buzón de haikus.

Un abrazo,
José Luis Vicent
Todo lo bello tiene una marca de eternidad. Simone Weil
Responder