Octubre 2008

Haikus destacados por los participantes del foro
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Luis Carril
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Octubre 2008

Mensaje por Luis Carril »

Queridos amigos, aquí estamos de nuevo para comentar esos haikus de octubre. Lo primero que me ha llamado la atención es cómo vamos alcanzando esa difícil conquista: la sencillez. ¡Qué bien habéis desmadejado esos chispazos de realidad para ofrecérnoslos como haiku! No es adulación barata, de veras. Enhorabuena por esto. A lo largo del comentario aparecerán varios ejemplos ilustrativos.

Quisiera comenzar por la colección de María, excelente a mi entender. De entre todos, quizá mi favorito, como el de Palmira, sea el del ternero. Pero como suscribo palabra por palabra el comentario de mi compañera, y como la calidad del envío de María es mucha, os muestro

Lluvias de otoño
Una senda de tierra
cruza el verdor


por su cromatismo... animado, diría yo. Una senda de tierra, marrón, atraviesa un marco vegetal, verde, provocada y empujada por los elementos, por las lluvias de otoño. ¡Qué fuerza contiene este haiku! Por otra parte, como soy algo duro de mollera, he tardado en comprender que la hoja que cae es de té. Cuando lo he “visto” me ha impactado. La reacción que suscita es quizá opuesta al haiku anterior, de serenidad, de confort. Precioso también.

Un excelente haiku el siguiente de Rodolfo

trozos de luna
entre las hojas quietas
de las higueras.


con una temática, con una estética, con un sabor eminentemente clásico, como sólo puede conseguir quien ya lleva mucho haiku a sus espaldas. Pero a la vez inédito. Si es que en el haiku la innovación no deja de ocupar un plano secundario. La pura mención de un hecho que podría haber sido nostálgico, podría haber sido crudo, pero que resulta esta vez... extático. ¡Bravo, Rodolfo, excelente haiku!

Me ha gustado mucho la colección del siempre interesante Jorge Moreno. Me ha gustado, por ejemplo, el de la nube lejana. Pero siguiendo la tónica de este mes, el amigo Jorge nos ofrece un haiku tan sencillo como magnético:

día de octubre -
la llovizna prolonga
la oscuridad


No encuentro explicación a la fascinación que este haiku ejerce en mí. Y eso me encanta.

Y ahora, como ya sabemos, otra especialidad de Palmira:

Coche sin ruedas.
Alrededor florecen
las amapolas.


Óxido, donde no carrocería pintada, campo y flores rojas. Pero en fin, ¡qué puedo decir de Palmira ya que no se sepa! Un haiku modelo para cuadro impresionista.

Sigo con otro haijin que nos tiene acostumbrados a la maravilla y al asombro: el amigo Orzas. Podría mencionar aquí cualquier haiku de su envío: el de las hojas amarillas y verdes, el del gatito, el de la niebla en los hierbajos... Cualquiera. Pero bueno, para mí tal vez un puntito por encima de los demás

Resopla el viento;
de nuevo cae la hoja
desde otra rama.


Hay que ser muy, muy haijin para seguir a una hoja caduca que cae y reparar en las particularidades de ese trayecto. Se cae, no llega al suelo, se queda en otra rama, ya no soplaba viento, pero vuelve de nuevo, es decir: resopla. Y la hoja sigue su viaje al suelo. ¡Cuánta trabazón entre un haijin y el mundo!

Radoslav Ivelic, otro idilio con el haiku. Mes tras mes consigue deleitarme con sus obras. No falla. En esta caso, como con María, también podría coincidir con Palmira en el maravilloso haiku del árbol seco (también suscribiría su comentario). Pero también hay tanta calidad que compartiré con vosotros mi fascinación por el excelente

Puesta de sol-
el rubor de las nubes
en la laguna.


Creo que nuestro amigo Radoslav posee muchas virtudes como haijin, pero me asombra especialmente su sensibilidad. Prueba de ella es este haiku. Fijémonos que no son las nubes lo que se refleja en el lago. Eso lo podría haber escrito hasta yo. No, el haijin va más allá, percibe que en el lago se refleja una característica de esas nubes: el rubor en ellas del sol al ponerse. Según escribo, comprendo que este es un haiku que tiene aún más. Es el sol el que al final se refleja en la laguna a través de las nubes. Vamos, una maravilla -que podría pasar desapercibida si no hubiese un ser sensible ahí para capturarla y mostrárnosla. Radoslav Ivelic, un avezado espectador del espectáculo que nos brinda el Universo.

Y después de tanta altisonancia por mi parte, descenderé para mencionar un haiku, descenderé al nivel del suelo:

todo oscuro,
sé del río por mis pies
humedecidos


que es de esos haiku que comentaba al principio que me habían impactado por su sencillez. Es también elegante en su expresión y sobrio en su contenido, pero al igual que el haiku de la llovizna de Jorge Moreno, dan ganas de saber más, de ponerse de parte de quien lo ha escrito. Gustavo Scarone, bravo.

la luna llena
en el lago tranquilo
la bebe un pájaro


Un lindo haiku de Julia Guzmán. Contiene... no sé, un juego, una figuración, un recurso literario del cual no sé el nombre. Dentro de la estampa sosegada (luna llena, lago tranquilo), sucede algo (un pájaro bebe) que el haijin, con un guiño, nos presenta de un modo lúdico. Jugar. ¡Aleluya!

Otro envío excelente de parte de Mercedes Pérez. Me han gustado mucho los haikus del chaparrón, de la montaña, y, especialmente, el del bichito. Pero ha sido

Luz de farola.
Vencidos por la lluvia
los crisantemos


por el que me he decantado. Un haiku duro. Da ganas de sublevarse. ¡Cómo se atreve la lluvia a vencer a los crisantemos! ¡Resistid, crisantemos, resistid! He de reconocer que hay un “verso libre”, el primero, que no ubico. Pero incluso eso me gusta, esa luz eléctrica, contrapuesta al ser natural y a la penumbra de la lluvia consigue un kire brusco, violento, que exige nuestra atención. Crisantemos vencidos... ¡qué gran pena!

Y por último un par de haikus de Mavi. Bueno, “el par” de haikus de Mavi, porque... ¡vaya haikus! Como tal me gusta más

Cosechando membrillos
Del cesto cuelga
el asa rota


para mí simplemente perfecto, didáctico, de libro. Una escena, sustanciosa, una recolección (siempre anda la tierra en los haikus de Raijo y Mavi). Entonces el ojo del haijin se entorna, se agudiza, se produce un zoom: el cesto, ¿el cesto qué?, su asa, ¿el asa del cesto?, está rota. Un esqueleto para una historia de Blasco Ibañez. Y en cambio

Limpias las tumbas,
un extraño
une su silencio al nuestro


más heterodoxo, tiene la fuerza de una peli del neorrealismo italiano. La narración sólo está desnuda en apariencia, en el fondo, el único manantial posible de poesía es la cruda realidad. Un cementerio, nuestro silencio, el silencio de un extraño. Mientras limpiábamos las tumbas no reparamos en ello, pero después, percibimos que nuestros silencios se habían unido. Pero qué cosa tan bonita.

Y después de estas osadas licencias, mejor será que me vaya despidiendo. ¡Qué bien me lo habéis hecho pasar este mes! Hasta el siguiente, queridos.
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