Llovió

[Jorge Moreno Bulbarela]

Llovió por la noche. El cielo sigue nublado y la corriente de aire es fresca. Una hormiga enorme camina por la acera. La recojo: es de color café rojizo, y, aunque abre y cierra las tijeras que tiene sobre las mandíbulas, no logra morderme. La acerco al césped para que pueda enterrarse y fundar un hormiguero.

Bajo por Azueta, una calle en declive donde no hay árboles ni hierba ni macetas, pero sí más chicatanas: unas, despanzurradas; otras, que van y vienen sobre el asfalto y el cemento. Y aquélla que, boca arriba, agita sus extremidades y encorva el cuerpo tratando de liberar sus alas que se encuentran adheridas a la superficie de un charco. La tomo con el pulgar y el índice, la coloco sobre mi diestra. Tiene un matiz amarillento, y cruza, una y otra vez, las líneas de mi mano. De cabeza pequeña y cuerpo más ligero de lo normal porque su abdomen está vacío, es una chicatana vana, como dice la gente, no sirve para comerse en chirmole; en fin, es un príncipe y pienso dejarlo en el parque para que pueda morir dentro de lo que aún resta de naturaleza. Faltan dos cuadras para llegar; la hormiga abre sus alas, las hace vibrar y se aleja.


lluvia de junio -
al amanecer
el vuelo nupcial


hormiga macho:
la reina no tocó
sus cuatro alas


Jorge

[Jorge Moreno Bulbarela]

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