La laguna Sacra

Prosa con gusto de haiku
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Carlos
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La laguna Sacra

Mensaje por Carlos »

Antes que nada, unas palabras de introducción que son esencialmente de duda acerca de la pertinencia de llamarle a este texto haibun.
Por un lado, se cumplen ciertos preceptos: relato de viaje, uso de la primera persona, proyección de emociones; del mismo modo que otros son notoriamente transgredidos: extensión que dobla la recomendación de trescientas palabras, ciertas licencias de estilo que alteran el tono poético pretendido, etc.
A pesar de todo, hago uso de la audacia para colgar este texto y así compartir mis dudas, por lo que cualquier aportación, aunque sea para bien, será de agradecer.




La laguna Sacra.

Víctimas de una imprecisión de la guía turística “Trotamundos” que nos acompañó aquel viaje, una mañana de Marzo nos desplazamos a la laguna Sacra, en Silledo, Galicia.

Dada la lejanía del lugar y los pocos días disponibles, realizamos la primera parte de la excursión en coche, transitando inicialmente por carreteras comarcales, bordeadas por altos tilos y algunos pinos y, posteriormente, a medida que íbamos ascendiendo, por caminos apenas asfaltados.

Dos veces nos detuvimos para cerciorarnos de que seguíamos la ruta correcta. En la primera ocasión, una mujer de unos sesenta años, gruesa y de marcado acento gallego, nos indicó, por lo que alcanzamos a descifrar, que íbamos por el buen camino, que sabía a qué laguna nos referíamos, pero no su estado actual y lamentándose de que no estuviera mejor señalizada (yo tuve la sensación de que todos los que nos extraviábamos en aquella zona preguntábamos siempre a la misma señora por la dichosa dirección) nos dio como siguientes referencias unos leones (de piedra) que hallaríamos después de dos curvas, a la entrada de una casa, y unos patos (de carne) que caso de haber agua en la laguna nos informarían (figuradamente) sobre su ubicación (la de la laguna).

Nuestra segunda informante fue una anciana desdentada, de aspecto risueño ( o así semejaba por la ausencia de dientes), tocada por un sombrero de paja que al viento parecía tener vida propia, y un par de vacas. de hipnótica parsimonia, que ejercían con plena propiedad su función de animales de compañía .

Confirmada la ruta continuamos ascendiendo, por planicies cada vez más extensas y despobladas, de vegetación menguante.

Finalmente, otra curva y una larga recta nos condujeron hasta un inmenso páramo, cuya desnudez y silencio paralizaban .


En el páramo
Sólo el viento
Cruza la senda



Dejamos el coche en la cuneta y echamos a andar.

A la vista, sólo un cielo clarísimo convivía con arbustos y árboles de apariencia mineral. Ocasionalmente algún pájaro lejano iba o venía del horizonte.
Resonaba la tierra a cada paso, con un ruido extraordinariamente seco y nítido, y así anduvimos, callados, bordeando lo que parecía ser el linde de una propiedad privada, hasta llegar a un pueblo de cuatro casas, que nacía a partir de una fuente.

De aquellos chorros maravillaban por igual su transparencia y su borboteo. El discurrir sereno de su cauce era el que correspondía a un lugar imperturbado y ajeno al mundo del que veníamos.

En lo que podríamos llamar la plaza del pueblo, correteaban algunas gallinas que a buen seguro superaban en número a los habitantes de aquel sitio. En un extremo, sentado sobre un mojón de piedra, había un hombre muy anciano que al vernos se incorporó fatigosamente y nos mostró una sonrisa divertida.

A pesar del calor, vestía un viejo jersey de un azul que parecía arrebatado al cielo y lleno de jirones sin remendar. Se apoyaba en una vara y caminaba encorvado, tocado por una boina que había ido pasando de antepasado en antepasado.

Le saludamos e, inevitablemente, le preguntamos por la laguna .

El anciano no pudo contener lo que quiso ser una carcajada. Yo también sonreí y recuerdo que de regreso pensé: cuánto más nos hemos alejado, más anciana era la gente y con mayor gusto reía.

Salvado el casi ahogo de la risa, acabó por señalarnos con la vara un punto indeterminado del cielo, para después decir: “antes pasaban por aquí los patos, pero ya hace tiempo que no” y se nos quedó mirando.

Le dimos las gracias y nos fuimos siguiendo la línea imaginaria que la vara había trazado. Cruzamos un terreno colmado de matorrales y algún árbol escuálido y al cabo de medio kilómetro llegamos a una hondonada irregular en la que, penosa y dispersamente, sobrevivían unos hierbajos. Algunas manchas de agua señalaban la antigua existencia de la laguna y por doquier, piedras y matojos aparecían esparcidos con aquel peculiar y armónico desapego. Durante un instante, el tiempo se detuvo. Mirar al cielo o a la tierra era idéntica desolación y, sin embargo, difícilmente podría uno sentirse más unido a ambos en otro lugar.

Allí acabó la excursión. No creo que vuelva nunca más a aquel sitio y si lo hiciera tengo la certeza de que no podría revivir las emociones tal cual acontecieron aquella mañana de Marzo.


Señala el cielo
Con la vara el anciano
Los patos, dice
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Luis Carril
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Mensaje por Luis Carril »

Carlos, un placer hablarnos de nuevo.

A mí me parece un texto delicioso. Si "ajustar" nuestros tercetos y nuestro espíritu creativo al haiku y al haijin es complicado, imaginemos lo que sería volcar esas pretensiones sobre un texto en prosa. Sospecho que haibun es nada más (y nada menos) que hacer un haiku en prosa.

Tu ejemplo me ha hecho disfrutar de veras. Galicia is different, e a Galicia rural xa non che digo.

Una anécdota al caso. En una ocasión me enviaron de apoyo a una revisión catastral en Rodeiro, cerca de Lalín. Galicia profunda, vamos. La administración pertinente encargó el trabajo a una empresa asturiana, pero con la condición de que un miembro del equipo fuese gallego. Los tipos se carcajearon y empezaron el trabajo ellos solitos. Pero a los dos días llamaron a mi empresa pidiendo auxilio. El paisano gallego es un arquetipo con patas.

Nadie sabe lo que es el minifundismo hasta comprobarlo aquí. Además se les ocurrió la nefasta idea de permitir contratos privados entre los paisanos antes de registrar las fincas, allí mismo en el pabellón de deportes en donde se atendía a la gente. ¡Qué locos!

Bueno, en fin. Que te lo digo porque me da la sensación de que al que no es de aquí, cuando viene y trata con el paisano, le parece que, como tú has expresado de un modo genial, trata con un árbol, una roca, un paisaje.

A todos nos gusta saber cómo nos ven los demás, nos enseña cosas de nosotros mismos y... ¡Oye, vaya rollo que estoy soltando!

Tu texto, excelente.

Un abrazo fuerte y recuerdos para tu encantadora chica.

Luis.
Carlos
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Gracias

Mensaje por Carlos »

Gracias, Luis, te envío un e-mail.

Carlos.
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Juan Carlos Moreno
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Carlos te felicito

Mensaje por Juan Carlos Moreno »

Carlos:
Te felicito.
No soy quien para catalogar tu haibún. Soy de Albacete (de la AGHA) pero llevo poco tiempo en el rincón y sólo he escrito unos pocos textos de haibun. Además viendo que te ha comentado Luis, yo poco tengo que decir.
Mi humilde opinión:
Me ha gustado mucho. He visto otros haibún que no me han producido la sensaciones que el tuyo. He sentido, leyendo tu texto, que yo te he acompañado en la excursión que has descrito. Y como tratabas a los ancianos que te encontrabas, realzaba aún más tu prosa.

Sinceramente, me parece muy bueno tu haibún. Y el primer haiku me ha encantado.
Enhorabuena

qué buenos escritores da Galicia....
Juan Carlos Moreno
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