La camelia y el monje

Prosa con gusto de haiku
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Mercedes Pérez
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La camelia y el monje

Mensaje por Mercedes Pérez »


Poco a poco ha ido llegando la nieve… al principio los copos venían suspendidos en las ráfagas de viento del Nordeste, iluminados por el sol del amanecer, pero ahora, las nubes preñadas, han cubierto el cielo y está cuajando ¡Tan fría está la tierra!

El viento brama en las copas despobladas de los álamos con una furia que sobrecoge, y caminando bajo ellos, no dejas de mirar a tu alrededor calculando el camino de huída por si uno de esos colosos se desploma doblegado por su fuerza.

Qué afortunada me siento al tener un cobijo donde guarecerme. Pienso en la gente que, aún hoy en día sucumbe al frío. Parece increíble que esto pueda ocurrir en una civilización como la nuestra, tan supuestamente preparada, tan al margen, en apariencia, de lo que ocurre en la Naturaleza, a la que prepotente, reta constantemente en un intento de demostrar que le es ajena.

La camelia que hay bajo el almendro, ha sufrido con el frío. Sus hojas y los capullos que estaban comenzando a dejar ver su hermoso color, se han vuelto parduzcos. Espero que no muera.

Las camelias me evocan a los monjes mendicantes de Japón. Las vi creciendo por los bosques cuando estuvimos allí, hace ya tres primaveras. ¡Qué frío pasamos!

Sin poderlo evitar, imagino a Santôka, tan frágil como las camelias, sin apenas abrigo ni calzado, con una kasa como paraguas y con algo de sake para calentar el alma y apaciguar los monstruos del pasado que en ella habitan… Ese frío y esa hambruna que sufrió en su peregrinaje por los caminos de Kyûsu, cubiertos de nieve. El frío de la muerte, del desamor, del que se siente abandonado. Ese helor indescriptible que le cubría por dentro y por fuera y que le hizo trascender lo humano para formar parte indisoluble del paisaje testigo de su poesía. En su huída, en apariencia inútil, halló la comunión con algo más grande y tuvo la intuición, la clarividencia, de dejarlo escrito como un humilde regalo para la posteridad.



Cha no ki ni kakomare
sokohakatonai kurashi

Rodeado por arbustos de té
llevando una existencia anónima.




Taneda Santôka

Del libro El Monje Desnudo Ed. Miraguano













"Si supiera que el mundo se ha de acabar mañana, aún hoy plantaría un árbol" Martin Luther King Jr.


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Diente de León
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Mensaje por Diente de León »

Siempre que nieva en mi ciudad siento un regocijo interior ante la novedad en el paisaje de cada día que la nieve me ofrece. Pero me pasa como a tí: me siento afortunada al poder contemplarlo desde la seguridad de mi hogar, con un chocolate caliente entre las manos.

Me conmueve lo que comentas de Santôka. Es cierto que debió de pasar frío, en soledad, aquel monje con el alma herida. Y todavía hoy, ahora, muchos como él.

Gracias por traerme la nieve y gracias por las camelias de Santôka.

Besos
"Sin renunciar de este mundo, quisiera enseñar a mi corazón, que fluya noche y día, como el agua clara" Chiyo-ni
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