Campos de Córdoba.3. De Castro del Río a Santa Cruz.

Prosa con gusto de haiku
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José Manuel Gómez
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Campos de Córdoba.3. De Castro del Río a Santa Cruz.

Mensaje por José Manuel Gómez »

En el hostal Casa José, en Santa Cruz a 14 de Marzo de 2017.

He llegado a Castro con la lluvia. Sobre las seis y media de la tarde, me he bajado del autobús y me he dirigido a la oficina de policía local para pedir la llave del albergue. Sigue lloviendo. Me pongo la capa y subo la cuesta que lleva a la villa.
Es un pueblo precioso y muy bien cuidado, excelente diría yo. Una pareja de policías locales, hombre-mujer, que parecen recién sacados de un concurso de belleza, me explican muy amablemente el camino del albergue. Hablamos del mal tiempo que viene y me dicen que puedo alargar mi estancia el tiempo que quiera; es una alegría, pues no se lo que hacer.El albergue no está mal, tiene todo lo necesario para comer algo frío y dormir caliente.

Son las siete y media. Llueve copiosamente. Sigo en la cama pensando que hacer: Salir a andar, quedarme un día más en Castro, coger un autobús a Santa Cruz... He pensado que mejor lo decido con algo en el estómago. Dejo el equipaje en el albergue y bajo a la plaza del ayuntamiento. Me meto en la cafetería que tiene mejor pinta y una mujer, que acaba de abrir el negocio, me pone un café y un croasant caliente, el pan no ha salido todavía del horno. Hablamos de vacaciones, del pueblo de San José en Níjar, de Barcelona y de Lanjarón. Me doy cuenta de que este país siempre ha tenido mucha movilidad, y las migraciones interiores no cesan, parece que no tenemos miedo a cambiar de ciudad y de vida.
Con el café y el croasant en el estómago pienso que es mejor salir a andar y que ya veré como está la cosa cuando pase por el pueblo de Espejo, que también tiene un albergue de peregrinos y solo está a unos 9 kilómetros de aquí.

Son más de las nueve cuando salgo del pueblo. Cae una fina lluvia, agradable y no muy fría que va calando poco a poco la pernera del pantalón. Después de un pequeño tramo por carretera, tomo un desvío por un camino donde empieza mi periplo de hoy por el barro.
Ya me lo advirtió mi amigo y compañero de camino Emilio, que tuviese cuidado con los caminos por aquí con la lluvia, y que razón tenia.
El paisaje se va sucediendo al igual que los caminos, unos más embarrados y otros menos, pero todo se hace más tedioso.
Olivos y muchos campos de cereal, cada vez más... Y Espejo en el horizonte.

Parece que para de llover y decido seguir adelante. Muchas veces sigo paralelo al río Guadajoz, me sigue acompañando en esta travesía desde que salí de Alcaudete. Reconozco muchos trinos ya, el último el de los escribanos trigueros, que andan en grupos y a la vez con sus reclamos territoriales. Hay muchos jilgueros también. Hoy, por primera vez, he visto por aquí alcaravanes, en los campos recién labrados. En el cielo dos parejas de milano negro, merodeaban de un lado a otro. Una de las veces que he cruzado el río, un par de cuervos se dejaban ver entre los tarajes. Curiosos como yo, parecían no inmutarse cuando les sacaba una foto.

Hay unas plantaciones con flor amarilla que no identifico. Dan al paisaje un contraste muy bonito con los campos yermos y el trigo a media altura, todavía sin espigar . No puedo descuidarme mucho por que el barro siempre está presente y en los últimos kilómetros aún se hace más pesado andar.

Intento descubrir huellas de otros peregrinos, pero todos los que han pasado por aquí, han sido antes de las últimas lluvias. El camino está tan mal, que los custodios del camino han puesto el cartel de “Impracticable con lluvia o barro.” Y directamente lo han desviado por un trazado un poco mejor.

Barro en las botas,
la lluvia de marzo
sobre el cereal.

Por fin llego a Santa Cruz. Hay varios sitios donde quedarse a dormir, yo he decidido un hostal. Necesito quitarme todo este barro de las botas y de los pantalones, hacer la colada y descansar mientras se seca la ropa. También como en el hostal, la comida es buena. Si me da tiempo, bajaré al supermercado para comprar el bocata de mañana, pero aún no he decidido si me voy a Córdoba en autobús, le temo a otro día de caminos de barro...
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