El cementerio de la memoria

Prosa con gusto de haiku
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Vanni Fucci
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El cementerio de la memoria

Mensaje por Vanni Fucci »

La muerte de un buen hombre al que conocí me ha llevado a visitar el pueblo donde creciera para asistir a su ceremonia de despedida. El autobús me ha dejado temprano en las ardientes calles y el aire bochornoso que caracterizan el estío en la cuenca del Llobregat, aunque se ha sentido el soplo de una leve brisa. Los pasos me llevan a bordear las adelfas que rodean el parque Pedemonte, antiguamente terreno de la casa modernista del mismo nombre, en camino al cementerio. Culebreando entre las sombras, he cruzado las amplias puertas del camposanto urbano; un letrero en catalán indica el nombre del pequeño rincón de arbustos, blancas piedrecitas y altos olivos entre los que hay algunos bancos de claro granito: El jardí del repòs. El jardín del reposo.

Un calmo frenesí me invade en cuanto veo alzarse la lápida de mármol negro de mi familia en una de las paredes del cementerio. Los nombres inscritos de mi bisabuela y de mis abuelos, a los que no conocí, presentan bordes suaves y redondeados. La inscripción con el nombre de mi padre, más reciente, presenta en cambio los bordes afilados; me humedezco la yema del pulgar con saliva y la paso varias veces por el vértice de la incial de su nombre. Siguiendo mi costumbre, pongo la mano en la lápida, saludo al nicho de mi padre con cariño y le pregunto como está. Sin esperar respuesta, le explico un poco que hay de nuevo en mi vida y que aunque estoy pasando por dificultades me siento feliz y contento. Le pregunto como están los abuelos y su hermana y, casi sin pausa, le cuento a que he venido al pueblo. El mármol de la lápida está ardiendo y quema mi mano apoyada en él. Termino apoyando tan solo el pulgar que he humedecido.

Las hojas del olivo
tambaleándose.
Luz de la tarde.

Prometiendo que vendré a visitarlo en otro momento, me dirijo hacia una ruta que la memoria ha ido construyendo con los años. A todos los saludo, a todos les pregunto, a todos les cuento algo bueno nicho tras nicho. El del mentor y el del compañero de instituto asesinados por celos y por denunciar un crimen, respectivamente. El nicho de quién fue mi mejor amigo, que se suicidó. El de mi amigo de la universidad, con el que viví y que también se suicidó. El de mi amiga de la escuela que murió de enfermedad; el de la amiga del instituto a la que también la maladie se la llevó... Y el suyo. En cuanto he visto el suyo mis labios han vuelto a invocar la palabra amor. El corazón se me encoge y las lágrimas afloran como arroyos de primavera brotan de las rocas. Su fotografía inmaculada, eterna, inmarcesible lleva los circuitos neuronales del recuerdo a través de una espiral de intensa alegría selectiva que desemboca, inevitablemente, en lo más hondo de las profundidades que excava la tristeza. Su libro favorito y las piezas de ajedrez con las que jugábamos guardan sus restos mortales junto a las flores preservadas que le traigo cada Sant Jordi. El empleado municipal es tan amable que sin pedírselo las va guardando en el florero del interior del cristal del nicho.

El sonido de las campanas de la iglesia anunciando las cinco me devuelve a la realidad. Besándome la mano, llevándome esta a la frente y posándola después sobre el vidrio frente a su imagen, pronuncio su nombre y le prometo que volveré a visitarla para su cumpleaños.

Junto a la tumba de mi amante
derramo
dulces lágrimas

Me encamino a la antigua iglesia de la población a través de las calles peatonales del casco viejo de la ciudad. Este templo otrora orgullo de la región fue incendiado en dos ocasiones por militantes de las FAI de la comarca, en su caza de los párrocos locales durante la guerra civil. El campanario, del siglo XVI, se alza con el rojo sillar del sauló* local. La parte frontal de la iglesia, reconstruida en el siglo XIX en estilo neogótico, presenta una roseta sobre una arco de medio punto. La parte posterior de la misma, en partes reconstruida con sillares rojizos y otras con runa y cemento en una amalgama muy poco estética, muestran los puntos donde más duramente sufrió los estragos de los incendios de los anarquistas.

Al subir las escaleras y cruzar el umbral de sus puertas abiertas, veo que la iglesia estaba abarrotada y que la ceremonia ya ha comenzado. Miro en la pila bautismal pero no hay agua con la que santiguarse; en tiempos de sequía, la iglesia también apreta los cinturones. Un buen número de personas catalanas, la mayoría de edad avanzada pero entre los que también hay jóvenes, se han reunido a despedirlo. Un gran número de residentes y ciudadanos españoles africanos, también han venido a despedirlo. También hay un número considerable de ciudadanos de hispanomagrebies de pie tras los bancos de madera. Veo a uno de los voluntarios de la asociación y le saludo efusivamente; me hace un gesto y nos reunimos con el resto de voluntarios y voluntarias.

La ceremonia transcurre con emoción y sentimiento. El fallecido es el fundador de nuestra asociación solidaria, creada tras el suicidio de su hijo, un humanitario y activista internacional por los derechos humanos. Durante los años el finado se dedicó a ayudar tanto a la población migrante como a la local, consiguiéndoles alojamiento, acceso a los servicios de salud y servicios sociales, así como asistencia legal en términos de residencia y asilo y hasta préstamos económicos sin plazos y sin interés entre quienes lo necesitaban o tenían un proyecto de cooperacón. Él y su mujer dieron todo de sí mismos en la asociación, consiguiendo tejer una red social en la población y la comarca y reuniendo a personas que quieren asistir a otras en tener una oportunidad de llevar una vida digna. Fue un hombre amable, inteligente y generoso que ofrendó todo de sí mismo hasta el final, fiel a la causa que el mismo Jesucristo encarnaba; la lucha por la humanidad.

Si el cielo existe, como él creía, ahora descansa junto a su hijo y tantos seres queridos, diga lo que diga el Papa Francisco. Porque se lo ganaron, y a pulso.

En terminar la ceremonia salimos, saludo y doy mis condolencias a los amigos y a la familia y me marcho encendiéndome un cigarrillo.

Lluna minvant.
Per herència la llum
d'aquells bons homes


Luna menguante.
Por herencia, la luz
de los buenos hombres

*Granito descompuesto, sablón
"Aunque la halles pobre, Itaca no te ha engañado.
Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
entenderás ya qué significan las Itacas."

Konstantinos Kavafis
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