LA HORMIGA
Después del paseo con Drac - mi perrito anciano -, encuentro un banco donde descansar un rato. Me duelen los pies –nada raro en mí- . Hace todavía calor aunque estamos al final del verano.
Una de las ramas del jacarandá hace sombra en la esquina del banco. Los cordones de las zapatillas me aprietan y me agacho para aflojarmelos.
Drac me mira atento, ha captado en mi lenguaje corporal que nos quedaremos un rato aquí. Con paso calmado y movimientos suaves, – se le notan los años-, se estira bajo el banco sobre la tierra arenosa llena de piedrecitas pequeñas.
En el suelo algunas vainas del jacarandá se han abierto dejando al descubierto las semillas que el aire, un poco más fresco que estos últimos días, ha esparcido.
De pronto entre la tierra de color ocre, veo una hormiga que acarrea una de las semillas con mucha dificultad, pienso que es gigantesca para ella, la contemplo admirando su empeño. El viento empieza a soplar con más fuerza.
Para la hormiga cada piedrecita, cada pequeño desnivel del terreno le supone un esfuerzo añadido.
La dirección hacia la que va la hormiga es contraria al viento, pero no es ese el mayor problema, es, que está sola para una carga tan desproporcionada a su tamaño. Pronuncio palabras de ánimo sin emitir sonido: ¡ Venga... un poco más...ánimo, que ya puedes!. Cuando me doy cuenta de que le estoy hablando a una hormiga, me río de mi misma.
Saco el móvil para guardar una foto de la proeza que estoy contemplando. Es tan pequeña que no la distingo en la pantalla, el color ocre de la semilla se confunde con la tierra.
Pongo la cámara justo a ras de suelo para agrandar la imagen; cuando veo los pies de una mujer que se para a mi lado. Nos miramos. Ella se fija en el lugar donde yo había puesto la cámara, luego vuelve a mirarme y sigue su camino. Debe pensar que estoy loca-me digo-.
No importa, la hormiga y yo cada una a lo nuestro. Soy una hormiga más, tan pequeña e insignificante como esa hormiga obstinada. Una más entre las millones de hormigas que recorren la piel de la tierra.
Ella sigue ahí, intentando arrastrar la semilla de jacarandá. Un punto negro entre tonos ocre, tan chiquita, tan poca cosa, aunque... algo ha cambiado.
Otra hormiga
acude a la simiente.
Arrecia el viento
La hormiga
La hormiga
"Un poema puede sugerir un instante. Y en ese instante está el universo entero."
Chantal Maillard
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Muchas gracias, me alegra que te guste.PANDA escribió:Hola Hiakari me encanta el relato que nos compartes es muy reflexivo y deja pensado muuucho.
GRACIAS por compartirlo.
Buena Jornada
PAZ y ARMONIA :D
Un abrazo! :D
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Chantal Maillard
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Qué bueno Mavi, te imagino miranda la caca ensimismada. Jajajaj, lo tuyo es peor. El haiku es una locura maravillosa.Mavi escribió:Me encanta, Hikari. Me ha recordado una vez en la que alguien se me paró al lado mientras yo miraba fascinada una caca en las flores .
Cuelga en la lila
la blancura fresca
de un excremento
Abracicos y muchas gracias _()_
El haiku con el que me acompañas me encanta, precioso a pesar de esa caca , gracias por traerlo.
Un abrazo!
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Y otra hormiga...
Saludos, Hikari. Y otra hormiga acude a la simiente. Me gusta tu remate, y también esa prosa fluida y sencilla que expresa tu actitud de haijin. Y me pongo a pensar que cada haijin es una especie de Quijote, y todos los que lo observan extrañados no pasan de malandrines y follones
Un abrazo,
Jor
Un abrazo,
Jor
Si miro con cuidado la nazuna florece junto al seto Bashoo
- Gorka Arellano
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