Septiembre 2007

Haikus destacados por los participantes del foro
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Mavi
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Septiembre 2007

Mensaje por Mavi »

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Selección de septiembre de 2007



lavanda en flor,
hasta el horizonte
ondula el azul.


(Rodolfo Langer)


Sólo eso. Para la mirada cansada, para nuestro destino incierto, para los sueños del viajero, un campo de lavanda en flor hasta lo lejos. Con la brisa en el azul de este haiku, abrimos una nueva selección.




patio anegado -
en la noche el sonido
del aguacate


(Jorge Moreno Bulbarela)



kind of blue -
el lamento de un perro
se une a la trompeta


(Jordi Climent)



noche de tos -
el sonido de los perros
al amanecer


(I. L. Balan)



última estrella -
la claridad del alba
nos aleja


(Jordi Climent)


El aguacate se une al agua y el aullido al sonido de Miles... Los ladridos se unen al silencio, y la luz del alba al nuevo día. Pero a las uniones se viene desde algún sitio: Nos arrancamos de algo para unirnos a lo otro, y en el traslado -un fogonazo, un momento sin asideros- cruzamos por la vida de las cosas. Cae el aguacate atravesando la noche y el agua. El ladrido queda interpuesto entre la tos y el amanecer. La misma luz del alba crece hasta separarnos de la más brillante y persistente de las estrellas.





De madrugada
riega las plantas
mujer descalza.


(Carlos)

De madrugada -los pies desnudos sobre el suelo- regando. Percibimos la recién establecida conexión como algo delicado: Una precisión y una fragilidad extremas. Todo el universo de relaciones de este haiku se sostiene en el gesto breve de un ser humano. Urge dejar constancia. En el albor del día, una mujer -los pies descalzos- riega las macetas.





escampa -
la sombra de un perro
se acerca


(Jorge Moreno Bulbarela)



noche en vela
emigran los zorzales
rumbo al sur


(Arthus)



Noche sin luna.
En el muro encalado,
la claridad.


(Palmira)


Debemos ser conscientes del marco de relaciones causa-efecto que nos sirve para interpretar la experiencia cotidiana; y comprender también su rigidez, su carácter empobrecedor. Nos llegó la sombra proyectada por un perro antes y más vivamente que el sol tras el chubasco. Contemplamos en la noche el vuelo de unas aves migratorias y una claridad sin sentido. En la clandestinidad del mundo no sujeto a nuestras reglas hay un alivio para las cosas, que pueden dejar de representar ese papel pasivo y condicionado que les adjudicamos y surgir ante los ojos a la luz de lo inesperado.





tarde lluviosa -
desde su asiento la abuela
apaga el televisor


(I.L. Balan)

Nuestro cometido es el de prepararlo todo para ese silencio en que algo puede ocurrir. La concurrencia en la escena de ciertos elementos o la acción misma (apagar a distancia un aparato) no son, en el fondo, más que un montón de intenciones. El haiku no brotará de las palabras sino a su sombra; no vendrá a las palabras sino al vacío, al hueco que ellas sean capaces de abrirle. ¿De qué hablamos entonces? De la lluvia que no se oyó hasta que el haiku acabó de decirse.





castillo antiguo,
los nidos de vencejos
entre las piedras.


(Rafael Costa)



Campo manchego
entre viejos olivos
jóvenes vides


(M. Asunción)



la gota fría -
en la playa de piedras
una medusa


(José Luis Vicent)



dentro del cráter
que dejó la explosión,
juegan los niños.


(Luis Emilio)


Vides entre olivos, nidos o medusas entre piedras, niños entre los restos de la explosión... Las cosas se dan entre sí. El ahondamiento de la sensibilidad llevará al haijin a reconocerse él mismo entretejido en la existencia y a sentir finalmente que no se mueve una fibra en el mundo que no lo mueva también a él. Porque todo su ser está comprometido, entregado, implicado en lo real.






agua que fluye -
y posada en la tierra
una libélula


(José Luis Vicent)


Nos vemos incesantemente asaltados por el enigma -a veces terriblemente violento en su quietud- de las cosas tal y como se dan. ¿Por qué? La pregunta surge del corazón que aún no se entrega, el corazón que aún quiere saber. ¿Por qué? Y no hay respuesta. Pero la angustia del preguntar, ésa sí puede mitigarse aunque sea transitoriamente.Y dentro de un haiku clásico hay siempre una especie de cura, una forma de compasión: En el silencio del haiku el agua fluye.






Primeras luces,
centellea entre sombras
el rumor de agua.


(Orzas)



Sobre las pupilas de un cadáver
brilla un rayo de sol


(José Luis Vicent)


Unas pupilas que no reaccionan a la violencia de la luz. El brillo del agua que se ha convertido en sonido. Ya no tememos decir la verdad. Ya no negaremos la evidencia de que sentimos de manera distinta a como siempre creímos (y quisimos) sentir, a como todos esperan. Con el rayo de sol dando en aquellos ojos fijos, sólo entonces, verdaderamente entonces, vimos en qué consiste dejar de resistirse al retejido constante de la realidad. Con la luz del alba sacándole destellos al agua, sólo entonces, sólo al final, escuchamos el sonido con que el arroyo se resiste a desaparecer.





Tras la llovizna,
en el tendal aletea
la mariposa.


(Orzas)



cerco de piedra-
las orejas del burro
sobresaliendo.


(María)



arrastra un pie
deja un surco en la hojas
mi amigo cojo


(Santiago Larreta Irisarri)


La gracia juguetona de los sucesos más elementales está siempre atrayendo al haijin. Hay algo muy divertido -algo como una risa contagiosa o un gozo de vivir- en todos estos instantes que reclaman atrevidamente nuestra atención y que encuentran en nosotros una ingenuidad que creíamos perdida.


Gracias a todos una vez más por vuestros haikus. Feliz otoño.

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