el abejaruco

[Encarna]

Salgo de casa, en la oscuridad de la noche voy dejando las calles del pueblo atrás, como cada día me dirijo a un bello paraje, una extensión que ocupa un cerro poblado de almendros que cayeron en olvido, en donde estos últimos días se observan bando de abejarucos que se reúnen para emprender su marcha a los territorios de invernada. Hoy llevo los prismáticos y quiero llegar antes de que salga el sol.
El verano está llegando a su fin, la tierra está seca lleva meses sin llover, lo habitual en estas tierras, en el camino las flores que poblaron las lindes son ahora yerbajos secos y los rastrojos son de color ocre, la tierra espera lluvia.
Al empezar a subir la cuesta, con la débil luz que dibuja la aurora, cruza el camino un gato negro.

Luz de la aurora-
Un gato negro
cruza el camino.

El paisaje va cambiando, los rastrojos quedan abajo y en la subida atravieso un paraje donde las retamas y arbustos compiten con los almendros por ganar ese terreno que antes era suyo. En la vereda donde flota el aroma del hinojo, que puebla las lindes, los conejos a mi paso, corren a sus madrigueras y el sol va despuntando. A los pies del cerro me sitúo atenta de espaldas a la salida del sol, pronto escucho el reclamo de algunos abejarucos que se deslizan en vuelo por el cielo, varios ejemplares se posan en un solitario almendro. El sol que comienza a ascender ilumina las plumas multicolores de un ejemplar que está cerca.

Ramas-
un abejaruco iluminado
al amanecer


Ramas-
El sol del este alumbra
un abejaruco

La cromática de colores que veo en el plumaje alumbrado por el sol del este, es sin duda el regalo que nos deja la contemplación de la naturaleza