Las polillas de Parvana

Prosa con gusto de haiku
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Vanni Fucci
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Las polillas de Parvana

Mensaje por Vanni Fucci »

He salido temprano esta mañana para visitar a la familia y he tomado el tren y el autobús de enlace que lleva año y medio convirtiendo un trayecto de una hora en uno de casi tres. Todas las líneas al sur de la ciudad Condal se encuentran en obras por el Corredor Mediterráneo y la fatiga de los primeros meses ya se ha convertido en uno más de los fastidios que los españoles somos famosos por tragar.

No es mi deseo despotricar con esa rabia ardiente con la que el Megaro Alexandros hendió con su espada los cuerpos de sus soldados amotinados; mi intención es hablar con esa furia fría con la que el mismo Filípida ordenó a los amotinados que ejecutaran con sus muros de sarisas a sus propios compañeros. No es el lugar ni el momento, pero no facilita el poder frecuentar a los seres queridos ahora que me he vuelto a trasladar.

La visita familiar, llena de giros inesperados, me ha permitido compartir bellas conversaciones con mi madre y mi abuela, con mis tías y el primo de mi madre, el poder abrazar a mi hermana, saludar a una amiga suya y cocinar un arroz para ellas con el que acompañar el bacalao.

He acabado pasando más tiempo pedaleando y paseando con el perro de mi hermana, un beagle al que doy muchas gracias por ser tan buen compañero. El caer de la tarde nos ha sorprendido en la desembocadura del arroyo, remojándonos un poco. Sentado en un banco de arena, me he animado a cantar una Soleás con las que soltar un poco este nudo que se me venía formando; mi abuelo, que me enseñó a cantarlas como podía, sabía mucho de lo íntimo entre el ánimo y el arte.

Al caer la noche y volver a la habitación donde he vivido este último año, me siento contento, animado y satisfecho. La pulsión de vida es fuerte en mí y siento ser capaz tanto de un vuelo raso como de uno bajo las nubes. Siento incluso que, estos aleteos que apercibo y estos cosquilleos en la piel se llegan a corresponder con la experiencia empírica. En las últimas semanas, la presencia de estas polillas y mariposas nocturnas que me rondan empieza a parecerme más que una coincidencia. En cuanto cae la noche, una tras otra, pasan de largo la luz encendida de la lámpara o del alumbrado callejero para empezar a rodear mi cabeza; una cabeza que, por la falta total de pelo en el cuero cabelludo, sin duda se asemeja a la de una bombilla, pero no me imagino que estos lepidópteros sean tan estúpidos como para confundirse.

Todas y cada una, invariablemente, se terminan estrellando en mi cráneo o en mi cara; a veces alguna termina posándose gentilmente, acariciándome con sus sedosas alas. Siento entonces un cosquilleo que va más allá de la dermis, como si algo de ese sutil roce resonara, en un extraño magnetismo, hasta los mismos circuitos de las neuronas. "Mariposas del alma", llegó a llamar Ramón y Cajal a este entramado cerebral que, en contacto con estos alados animales, están terminando por sintonizarse en una extraña simbiosis nocturna.

Un gran poeta armenio, Hovhannes Toumanian, contaba en su "Parvana" que los pretendientes fallidos de la princesa de este reino terminaban por convertirse en polillas, condenados a orbitar la luz y el calor de su hoguera hasta ser consumidos por el fuego de sus ojos. Si no fueran estas mariposas noctámbulas enviadas de mis pretendientes fallidas o antiguas amantes, lo más probable es que vengan a augurar una visita agradable, porque la muerte que para otras personas suelen anunciar estos seres vivos a mí se me presenta como la vi la primera vez que, a los 4 años, trascendí la dimensión de lo inefable como el legendario Er de Platón.

Las primeras divinidades de Iberia llevaron por signo estos ojos solares, este mirar de fuego que las identificaba como parte de un mismo grupo cultural. Es la mirada que vi, es quien encarnó a la maravillosa joven que me salvó la vida a tan temprana edad y a quien debo poder dejar este registro de incertidumbre. "El fuego está sobre el agua: aún no atravesado", me dicen las varillas. "Cuídate de las injusticias, no dejes nada al azar" me han dicho las cartas. Sudeste, Xaloc me han dicho esta tarde el vuelo de las palomas. Esta noche no habrá lluvia y me encuentro tecleando cuando ya debería estar durmiendo, preparándome para mañana. Sea el escribir unas líneas mejor que cualquier pastilla para dormir, sea el sueño que me traiga la ventura de ver su mirada de sol alumbrando el camino.



Ojos de fuego.
La mariposa nocturna
de este sueño

Ulls de foc.
La papallona nocturna
d'aquest somni
"Aunque la halles pobre, Itaca no te ha engañado.
Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
entenderás ya qué significan las Itacas."

Konstantinos Kavafis
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Re: Las polillas de Parvana

Mensaje por Encarna »

Muy interesante todas estas cuestiones que nos relatas, compañero, que el descanso nocturno te sea complaciente con los sueños.
Gracias
La contemplación es un estado. La contemplación te inicia en la senda del HaiKu
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Vanni Fucci
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Re: Las polillas de Parvana

Mensaje por Vanni Fucci »

Encarna escribió: 30/Sep/2024 13:25 Muy interesante todas estas cuestiones que nos relatas, compañero, que el descanso nocturno te sea complaciente con los sueños.
Gracias
Muchas gracias, Encarna, por tus comentarios y buenos deseos. Siento que me elude la serenidad de los haibun muy buenos, pero intento acercarme en lo posible. Me falta más lectura y práctica.

Saud y abrazos "Rogando" "Chino"
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