Se refleja la tarde en el embalse del Mayés, hoy medio vacío. Se ha convertido en península lo que hace unos días era una islita en medio del pantano y donde tan solo crece una planta invasora: el tabaco moruno. Va cambiando el color de sus aguas, del azul cian al oscuro y, conforme cae la luz, al rosado y al púrpura para sumirse luego en el gris de la noche. Los ecos vivaces que se amalgaman durante el día se individúan, se dispersan, se esfuman... Suena en las hojas el progresivo goteo de un chaparrón de verano.
Luz de poniente.
En el acantilado,
zigzag de vencejos.
