Doy vuelta en una esquina de la avenida empedrada, aunque mi intención era la de seguir hasta la carretera. La calle termina en una barda* cubierta por una buganvilia*. Es de una sola cuadra*, amplia, con banqueta*, pero sin pavimentar. Frente a la casa de planta alta hay una jacaranda, y no se ven por completo las flores que cubren el suelo porque está cubierto de mariposas anaranjadas. Desde el balcón me saluda un conocido. Agradezco su hospitalidad y regreso por la tarde. Ahora, las mariposas se han adueñado de la calle, desde la hierba, hasta las copas de los árboles. Una niña, al pasar, exclama: ¡qué mariposerío! No es un enjambre, ni revolotean como polillas. Se desplazan con majestuosidad en el aire; casi no aletean, se deslizan, viran, suben y bajan. Al final de la tarde, forman una especie de espiral y, después de ganar altura, se dirigen al balneario fuera de servicio que está del otro lado de la barda. Ahí hay fuentes y oyameles, comenta mi anfitrión.
En las noticias de la noche informan que las mariposas "monarca" ya salieron hacia Canadá.
San Juan del Río:
desde antaño
parada de viajeros
Jor
*barda: tapia
*buganvilia: así la escriben los narradores veracruzanos
*cuadra: a lo largo de una calle, distancia de esquina a esquina
*banqueta: acera
Doy vuelta
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Doy vuelta
Si miro con cuidado la nazuna florece junto al seto Bashoo