Un delicado pie
vadea el agua primaveral,
nublándola
Yosa Buson
Este es un hermosísimo haiku. El poeta pintor se atreve, quizá, a la conmoción erótica: es un pie pequeño de mujer que perturba la apacibilidad primaveral. Un pie despojado de la sandalia, un pie desnudo, quizá perlado del agua que salpica, un pie de los 1700 y tantos años, en el Japón feudal. Su delicadeza nubla la primavera, que ¿acaso se ha traspolado al alma del poeta? ¿No es la primavera de afuera, la de dentro? Aún cuando vadea el agua, el pie se impregna de su belleza. El pie es el centro del agua, y el centro de la primavera. Qué cuadro impresionista el de Buson, dueño aquí,como un Da Vinci, del esfumato, del claroscuro. Porque el pie que disturba la charca clara, chapaleteando apenas, intenta fugarse como una nota graciosa, a ser senryu, a ser el tema de una Geisha, o de una jovencita hermosa que viaja por primera vez los yerbazales de la primavera...pero que no... se queda a ser naturaleza, naturaleza de un haiku inmortal. Mientras exista el mundo, esa pequeña charca se irá asentando, zafando el nudo en la garganta del poeta que vio pasar el pie, oyó la música del pie, trazó el dibujo del pie que ya era ido, cuando toda el agua y toda la primavera estuvo quieta.