De nuevo volvemos a encontrarnos con la vida y la muerte pues no hay una sin la otra. El haiku es todo vida; es el mundo, sí, pero para nacer a cada instante es imprescindible perecer antes; dejar espacio a lo viviente; si morimos al pasado a lo que ya no es, estamos en el presente, lo que es. Y no hay más vuelta de hoja. También de nuevo tenemos la presencia del agua en relación no con (o no solo con) la vida sino con la muerte; otra vez vida y muerte en una sola instancia; otra vez la tierra y el agua. Otra vez lo real, lo experiencial y no lo meramente literario... Aquí os comparto este maravilloso análisis de un haiku de Santôka traducido por Vicete Haya, del libro
El espacio interior del haiku, Shinden Ediciones, 2004. ( Los subrayados son míos.)
死んでしまへば雑草雨ふる
(SANTÔKA)
Shinde shimaeba
zassô
ame furu
Si acabara muriendo...
Los hierbajos
Cae la lluvia
Existen en Japón miles de poemas de muerte (jisei) con forma de haiku. Si tuviésemos que elegir uno entre todos, el que más nos hubiera impresionado, nos veríamos en dificultades. Pero si sólo se nos pidiese un ejemplo significativo de los mismos, tal vez nos inclináramos por el poema de muerte de Santôka, que es –al igual que el haiku de Buson antes visto- otro buen ejemplo de la dificultad de traducir haikus, más allá de la pura literalidad.
En este caso, a diferencia del haiku anterior, poner en castellano palabra por palabra lo que dice en japonés no es difícil; lo complicado es saber qué es lo que el poeta quiso decir con esos tres versos y, en consecuencia, dónde reside su fuerza.
Veámoslo paso a paso, verso a verso:
• El primer verso significa, gramaticalmente, “si acabo muriendo” / “cuando por fin muera”.
• El segundo está compuesto por la más vulgar de las palabras que en japonés se aplican a la hierba (kusa, shiba, zassô), traducible como: “hierbajo”, “mala hierba”. No determina si es singular o plural: un hierbajo o muchos. Tampoco se le aplica verbo alguno.
• Y por fin, el tercer verso: “Llueve” / “Cae la lluvia”.
A pesar de que en principio no tendría que resultar complicado comprender el sentido del haiku por la sencillez gramatical y semántica de los términos que lo componen, la dificultad se halla en considerar si estos tres versos están o no conectados entre sí, y si lo están –como es probable que sea- ¿la conexión se está dando en la mente del autor o en la realidad?
Dependiendo de todo ello, son posibles las siguientes interpretaciones:
1) Los tres versos están conectados en la mente del autor:
El poeta, con este haiku, nos quiere decir que cuando por fin muera, una vez sea enterrado, se convertirá en una hierba cualquiera sobre la que caerá la lluvia. Es comprensible que en el último verso, la idea de “hierba” lleve al poeta a la idea de “lluvia”, como parte de la naturaleza de la hierba, sin necesidad de que esté lloviendo en el instante en que muere Santôka. [Téngase en cuenta que a este tipo de hierba nada le ocurre más que el ser pisoteada, ser comida por los animales, marchitarse con el paso del tiempo o… recibir la fresca lluvia. Por eso, hablar de “hierba” –haciéndolo desde el corazón de la hierba- es hablar de “lluvia”. Quien haya conseguido internarse en eso que es zassô sabe que un hierbajo es poco más que una esperanza de lluvia].
2) Sólo los dos primeros versos están conectados en la mente del autor:
Tal vez Santôka quiere hacernos ver que, si acabara muriendo, no estaría muriendo más que un hierbajo que cualquiera pisa, algo que carece de belleza y de utilidad... Y en el momento en que acaba de concebir esos dos primeros versos, comienza a caer la lluvia.
3) Los tres versos están desconectados en la mente del autor y sólo conectados en la realidad:
No sería tan insólito.
El poeta está ciertamente muriendo, no haciendo literatura. Y escribe porque lo ha hecho toda su vida.
En su haiku va encadenando impresiones que son las de sus últimas horas: “Tal vez ésta sea la definitiva y acabe muriendo… (Miro) los hierbajos… Se pone a llover”.
Lo que sí hay consenso entre los japoneses es respecto a lo adecuado de que su último verso se refiriese a la lluvia que cae. La lluvia que lo acompañó durante sus muchos años de peregrinaje ahora encarna a la muerte. Dejarse empapar es dejarse envolver, arropar, acoger por la muerte. No es un símbolo, es una experiencia: del agua venimos y del agua depende nuestra existencia cotidiana. Transformarse en agua es la esperanza del que fluye como el peregrino. Para ello hay que pasar por la tierra. Morir es penetrar en la tierra, como el agua de lluvia, con la esperanza de brotar, como lo que brota de la tierra: los hierbajos. Incluso los hierbajos sin nombre son parte de la maravilla que muere y resucita a cada paso.
Es importante comprender la dimensión “auténtica” de este haiku (en el bien entendido de que todos los haikus la tienen).
No hay nada mas auténtico que la muerte; cualquier otra experiencia a su lado parece irreal.
La muerte es la autenticidad definitiva, la autenticidad límite, porque hace imposible al hombre ninguna experiencia ulterior. Debemos comprender esto: Santôka no tiene ya –en esas horas finales de sí mismo- aliento ni vida para buscar un verbo y aplicárselo a los hierbajos, y menos para usar un metro 5-7-5, que había desechado hacía años. No tiene fuerzas ni vanidad para explicitar lo que tienen en común esas cinco palabras que nos deja como testamento. Escribe como puede y lo que puede para no romper la armonía de su propia muerte. Porque sabe que sólo va a morir una vez, como sólo ha vivido una vez cada uno de sus instantes. Por eso quiere que los versos broten espontáneos, sin rebuscar en la gramática, versos estertores de muerte: un primer verso, un aliento menos de vida; un segundo verso, la vida se despide de su cuerpo; el tercero, y ya está muerto.
Salud
