Este es un extraño texto que no quiero catalogar. Lo encontré entre mis cosas y ya no recordaba haberlo escrito. Lo coloco acá, porque solo acá hay espacio para él. Ahí va:
El poeta se reclina. Pasea una mirada por el tokonoma. Le ha parecido escuchar el canto del cuco. En el platillo unos kakis pasados le hacen pensar en su muerte inminente:
Mis pulmones:
unos kakis ajados
por el otoño.
En el arreglo floral no se ha posado el cuco..., no. Hoy kioshi no ha venido a visitarlo. Sólo él podría ayudarlo con estas correcciones para el próximo número de Hototogisu, solo él podría convencerlo de la diferencia entre un pájaro origami y un verdadero cuco ¿quién lo diría? Se le nubla la vista... una náusea..., otro golpe de sangre en su garganta, el sabor acre... un ligero y frío vientecillo se cuela en el cuello de su yukata y desordena ligeramente los poemas. Vuelve a escuchar el canto ¿se puede mirar el interior del canto del cuco? No. Es una paradoja...¿es también poesía el haiku? Sí. Ahora ve a kioshi, solo, arreglando los poemas con un poco de irreverencia, cambiando el diseño de Hototogisu. Pero kioshi no ha venido... ¿realmente no ha venido a corregir lo incorregible? Otra vez el vientecillo. Tose. Una salpicadura de sangre cae al dorso del poema de la joven Sugita: una muchacha muy pro- me- te- do- ra... un ta- len- to... se asusta un poco, pero pronto sonríe. Va quedándose dormido, dor- mi- do... ¿canta el cuco? ¿Vomita como él ese cuco del tokonoma, ese cuco de papel? Por qué, por qué...
Unos tres mil haikus
para que los corrija
la vida