al clavarle el cuchillo -
perdió su olor la naranja
cualquiera (clavar)
Muchas gracias por el cumplido. Felicidades por haber rastreado tan bien la fuente más importante de mi relación con el haiku. Y, muchas gracias, de nuevo, por haberte detenido ante esa naranja y ese cuchillo.
Si me permites, trataré de "haibunear" un poco, a ver si me explico mejor.... o peor, ¿quién sabe?:
Cada día, cuando termino mi trabajo, me siento a comer solo en el despacho. No hay compañeros; no hay ruidos; no hay prisas. Sin rutinas ni obligaciones. Recuerdo que ese día había tenido una mañana intensa: los papeles, los problemas y las carreras habían devorado mi tiempo del mismo modo que yo me disponía a devorar mi almuerzo. Comí con ansiedad, casi sin saborearlo, de tanta hambre que tenía, hasta que llegué al postre y saqué mi cuchillo y mi naranja de la mochila. La luz del sol de mediodía entraba por la ventana abierta y me encontré contemplando a aquella fruta, totalmente saciado. Me di cuenta de que había comido mucho y muy rápido, igual que en la mañana había corrido mucho y hecho muchas cosas. Pensé que todo en ese día se habría podido resumir para mí en "hacer", en "terminar" y en "devorar"; entonces, le clavé el cuchillo a la naranja. De su interior comenzó a salir su aroma, a escaparse, a abandonarla..., en un principio me agradó, pero seguidamente, comprendí que, a pesar de estar saciado, iba a terminar con aquella fruta, con aquella cosa tan insignificante y cotidiana en nuestras vidas, por el simple hecho de poder hacerlo, por tener un cuchillo y estar acostumbrado a terminar las cosas. Yo había sacado una naranja, con su color, con su olor, con su sabor y su frescura; ahora, con mi cuchillo, iba a pelarla y partirla, para luego "devorarla", igual que había hecho con toda mi comida y con mi trabajo, igual que había hecho con otras tantas cosas, apurándolas hasta el final. Esa fruta era grande, hermosa y perfecta tal y como era, pero yo iba a hacerla desaparecer, lentamente, comenzando por separarla de su olor:
al clavarle el cuchillo -
perdió su olor la naranja
PD: que me disculpen todos los amigos de "El Rincón" si se han podido llegar a sentir incómodos al leer mis emociones: no sé si fueron "extremistas" o "tremendistas" u otra cosa, pero sí puedo asegurar que sentí y comprendí por completo aquella categoría que Vicente Haya denominaba "haiku cruel", tan sólo que el "hacedor de la crueldad era yo mismo".
Si me permites, trataré de "haibunear" un poco, a ver si me explico mejor.... o peor, ¿quién sabe?:
Cada día, cuando termino mi trabajo, me siento a comer solo en el despacho. No hay compañeros; no hay ruidos; no hay prisas. Sin rutinas ni obligaciones. Recuerdo que ese día había tenido una mañana intensa: los papeles, los problemas y las carreras habían devorado mi tiempo del mismo modo que yo me disponía a devorar mi almuerzo. Comí con ansiedad, casi sin saborearlo, de tanta hambre que tenía, hasta que llegué al postre y saqué mi cuchillo y mi naranja de la mochila. La luz del sol de mediodía entraba por la ventana abierta y me encontré contemplando a aquella fruta, totalmente saciado. Me di cuenta de que había comido mucho y muy rápido, igual que en la mañana había corrido mucho y hecho muchas cosas. Pensé que todo en ese día se habría podido resumir para mí en "hacer", en "terminar" y en "devorar"; entonces, le clavé el cuchillo a la naranja. De su interior comenzó a salir su aroma, a escaparse, a abandonarla..., en un principio me agradó, pero seguidamente, comprendí que, a pesar de estar saciado, iba a terminar con aquella fruta, con aquella cosa tan insignificante y cotidiana en nuestras vidas, por el simple hecho de poder hacerlo, por tener un cuchillo y estar acostumbrado a terminar las cosas. Yo había sacado una naranja, con su color, con su olor, con su sabor y su frescura; ahora, con mi cuchillo, iba a pelarla y partirla, para luego "devorarla", igual que había hecho con toda mi comida y con mi trabajo, igual que había hecho con otras tantas cosas, apurándolas hasta el final. Esa fruta era grande, hermosa y perfecta tal y como era, pero yo iba a hacerla desaparecer, lentamente, comenzando por separarla de su olor:
al clavarle el cuchillo -
perdió su olor la naranja
PD: que me disculpen todos los amigos de "El Rincón" si se han podido llegar a sentir incómodos al leer mis emociones: no sé si fueron "extremistas" o "tremendistas" u otra cosa, pero sí puedo asegurar que sentí y comprendí por completo aquella categoría que Vicente Haya denominaba "haiku cruel", tan sólo que el "hacedor de la crueldad era yo mismo".
jejeje, la pérdida del hambre fue lo peor, camarada JL.Vicent! Pero para eso se inventó la cena.
Muchas gracias a ti, Destellos: ahora tengo la suerte de que quizás mis versos te hayan llegado mejor y, además, un "interesante haibun": ¿qué más puede pedir un humilde haijin hambriento? jejeje
Un abrazo para los dos (a ver cómo os lo repartís, la verdad).
Muchas gracias a ti, Destellos: ahora tengo la suerte de que quizás mis versos te hayan llegado mejor y, además, un "interesante haibun": ¿qué más puede pedir un humilde haijin hambriento? jejeje
Un abrazo para los dos (a ver cómo os lo repartís, la verdad).
- Annur
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Lo he leído con avidez y terminé devorando tu haibum. Me ha gustado mucho como has ido describiendo lo acontecido, hasta llegar a la naranja.
Muy bueno a mi entender,
Un abrazo
María
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Escribo, borro, reescribo / borro otra vez, y entonces / florece una amapola. (de Hokushi)
http://porlasendadelhaiku.blogspot.com
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- Diente de León
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